Historia de la Ciudad

Introducción

Al estudiar el pasado del municipio de Íllora, podemos descubrir que éste cuenta con una gran riqueza histórica debido a la continuada presencia de contingentes humanos que habitaron estas tierras. La perpetua existencia de poblamiento se debe innegablemente a la riqueza natural deL medio, que origina un hábitat favorable para el desarrollo de vida humana al darse los suficientes recursos de fauna y flora para abastecer a las comunidades que han habitado este territorio. A la existencia de especies animales y vegetales debemos sumar la importante presencia de recursos hídricos que afloran de las rocas calizas que componen los montañosos terrenos del municipio.

Por otra parte, la topografía de nuestro municipio también cuenta con amplias zonas de vega que ocupan las depresiones existentes entre las elevaciones del terreno. Dichas zonas están compuestas por terrenos arcillosos que favorecen la plantación de diversos cultivos. Ello ha sido un factor decisivo en tiempos pasados y aún en la actualidad sigue teniendo su impronta, reflejada en la importancia del sector primario en el municipio.

Los citados factores han permitido que la vida sea propicia en nuestro territorio, lo que a la postre ha significado una rica herencia cultural fruto de las comunidades que con anterioridad han pisado los mismos suelos sobre los que hoy trascurren nuestras vidas.

*Contenidos revisados y ampliados por Elena Hervás Hervás.

Prehistoria

Debemos comenzar nuestro paseo por el pasado, en los orígenes de la ocupación humana de nuestro territorio.

Hablar del tiempo prehistórico es una labor complicada debido a la escasa información relativa a este periodo. La inexistencia de documentación escrita en época prehistórica nos hace basar nuestro conocimiento en otro método de estudio: los restos arqueológicos. A través de éstos podemos conocer los modos de vida de las primeras sociedades en el municipio, aunque la ausencia de una excavación de importancia limita nuestro ámbito de estudio a los restos aislados que han ido aflorando a la superficie del terreno de forma casual la mayor parte de las veces. Se suma además el problema de la composición del terreno arcilloso, que ha provocado que los restos prehistóricos queden sepultados, reduciendo así los materiales en superficie que pudiesen ser hallados sin necesidad de remoción del terreno.

Si nos introducimos en el estudio formalmente histórico podemos diferenciar diversas etapas:
El Paleolítico, dividido en Inferior (2,5 millones de años a. C -127.000 años a.C.), Medio (127.000 años a.C. – 40.000/30.000 años a.C.) y Superior (40.000 años a.C. – 10.000 años a.C.).

A lo largo de este extenso periodo de tiempo se produjo una evolución de la especie humana, pasando por el homo habilis, ergaster, erectus, antecessor, heidelbergensis y neanderthalensis, hasta llegar al homo sapiens, especie a la que el ser humano actual pertenece.
El Paleolítico Inferior, periodo más antiguo de la prehistoria como hemos mencionado con anterioridad, posee en Orce el ejemplo más antiguo dentro de la península ibérica con unos restos datados en 1,2 millones de años. En Orce podemos comprobar cómo la capacidad tecnológica de estos primeros humanos era aún escasa y consistía en toscas herramientas de piedra como cuchillos o raederas para poder trabajar las pieles.

Con respecto al Paleolítico Medio, se han encontrado restos de este momento en las terrazas del Genil, lo que nos permite situar la presencia humana en zonas cercanas a la actual Íllora. El avance tecnológico más destacado de este periodo fue el control del fuego, tal y como se ha podido constatar en el yacimiento de la Solana del Zamborino en la localidad de Fonelas (Granada).

El final del Medio y el principio del Paleolítico Superior, viene definido por la existencia del Homo Neanderthalensis, cuya presencia se ha atestiguado en zonas próximas al Genil y por tanto cercanas también a nuestro municipio, como ocurre en los yacimientos del Cerro de los Infantes en Pinos Puente, de Pandera Pino en Tiena o en el Cortijo de Miraflor en Villanueva de Mesía. Por otra parte, también se ha documentado el hábitat de esta especie en cuevas como las de Caparacena o Colomera.
La llegada del Homo Sapiens supuso una revolución en los útiles prehistóricos, al darse una mayor variedad instrumental lítica, a lo que también ha de sumarse un incremento de la industria ósea. Se han hallado restos procedentes de este periodo en las orillas del Pantano de Cubillas, donde además de la actividad cinegética y de recolección, se pudo llevar a cabo una actividad pesquera.

Con el fin del Paleolítico llegamos al Neolítico (10.000 años a.C.- 6.000 años a.C.). Este periodo se caracteriza por cambios significativos como la sedentarización de los grupos humanos ligada a la práctica de la agricultura y a la domesticación animal. Es muy destacable también la aparición de la cerámica, de la metalurgia y la existencia de un arte esquemático, tal y como se da en algunas paredes rocosas de Sierra Parapanda. El hábitat de este periodo se desarrollaba en cuevas, como la de la Peña de los Gitanos en Montefrío o la del Malalmuerzo en Moclín, aunque también existía el hábitat al aire libre, como se ve en el Poblado de los Castillejos en el vecino municipio de Montefrío.
Otra de las características del Neolítico en estos territorios es la introducción de un nuevo rito funerario, plasmado en la creación de estructuras megalíticas. Así, encontramos en nuestro municipio tres importantes dólmenes:
– Dolmen de la Pedriza de Guirao: Se encuentra a 1 km del actual núcleo urbano y presenta una forma trapezoidal, casi triangular, sin corredor y con una orientación Este-Oeste. Posee una anchura máxima de 1,5 metros y mínima de 50 centímetros, y una longitud de 2,20 metros.
– Dolmen de la Loma de Ciaco: A 4,5 km en dirección a Sierra Parapanda. Se trata de una estructura de planta poligonal con corredor. La cámara presenta una anchura de 1,60 metros de máximo por 1,20 metros de mínimo y 1,50 metros de longitud. El corredor poseía 50 centímetros de longitud y 70 centímetros de anchura. La cabecera de la cámara consta de una única losa de gran tamaño, y los laterales de dos losas.
– Dolmen de la Pedriza de los Majales: Cerca del Cerro de las Coronas, posee planta trapezoidal con corredor orientada al Sureste. La cámara mide 2,20 metros de longitud, 1,5 metros de anchura en la cabecera y 0,80 metros en la unión con el corredor. Dicho corredor mide 1,40 metros de longitud y 0,60 metros de anchura, presentando un tosco enlosado que formaba dos escalones.

Estos tres dólmenes fueron documentados en 1982 por M.E. Jabaloy Sánchez  V. Salvatierra Cuenca, A. Del Moral Fernández Del Rincón y J. A. García Granado, en la excavación llevada a cabo por la Universidad de Granada.

Documentación en pdf
EXCAVACIONES EN DÓLMENES DE ILLORA . Por M.a E. JABALOY SANCHEZ, V. SALVATIERRA CUENCA, A. DEL MORAL FERNANDEZ DEL RINCON y J. A. GARCIA GRANADOS.

Edad Antigua

A caballo entre la Prehistoria y la Edad Antigua propiamente dicha, nos encontramos con la Edad de los Metales. Este periodo está caracterizado por la consolidación de la metalurgia y por las mejoras técnicas que ello conlleva. Así podemos hacer tres divisiones de esta época: Edad de Cobre, Edad de Bronce, Edad del Hierro.

La Edad de Cobre o Calcolítico (6.000 años a.C. – 3.600 años a.C.), en la Península Ibérica viene definida por la Cultura de los Millares, cuyo centro radica en la provincia de Almería. De la Edad de Cobre nos encontramos en el término municipal de Íllora con una necrópolis que presenta enterramientos individuales en forma de cista. Están excavados en la roca y cubiertos por lajas de pizarra para cerrar el enterramiento. Dicha necrópolis está ubicada en el Cortijo de las Nogueras, entre Íllora y Puerto Lope, y gracias al estudio de los materiales localizados podemos decir que pertenece a la Cultura del Argar. Se ha determinado gracias a las principales características de esta cultura, las cuales son los enterramientos en cistas, muchas veces en el mismo interior de las viviendas, y construcciones de poblados en lugares elevados que les permitían controlar de una forma más eficaz el territorio, presentando muchos de ellos estructuras defensivas, con lo que se deduce un aumento de la conflictividad en este periodo.

Olla cerámica utilizada como elemento funerario. Necrópolis del Cortijo de las Nogueras. (Torre Castellano, 2015).

La Edad de Bronce (3.600 años a.C. – 1.200 años a.C.), se caracteriza por el descubrimiento de esta aleación y su aplicación a la vida cotidiana. Los poblados argáricos de esta etapa presentan una serie de innovaciones evidenciadas en sus registros arqueológicos. Estas innovaciones se dan tanto en su ubicación y disposición como en los componentes de su complejo material y ecofactual, en relación a las poblaciones de la Edad del Cobre. Cercano al municipio ilurquense, se han hallado evidencias arqueológicas de poblaciones en la Edad de Bronce en las Peñas de los Gitanos en el término municipal de Montefrío.

La Edad del Hierro (1.200 años a.C. – 200 años a.C.), tiene una duración variable en los distintos lugares de la Península Ibérica, ya que este periodo se considera acabado con la conquista romana y esta no se produjo de forma simultánea en todo el territorio ibérico. Destaca en esta época la Cultura Íbera, que se encontraba dividida en diferentes pueblos, quedando en la zona en la que se encuentra Íllora los túrdulos. La característica principal era que su idioma difería del íbero, llegándose a pensar que éste tuviese relación con la lengua hablada en la zona de los Tartesos, un ámbito cultural localizado en la desembocadura del Guadalquivir. Gracias a los aportes lingüísticos tartésicos podemos deducir que existió una relación entre los túrdulos y las tierras del bajo Guadalquivir, aunque también tenemos que hablar de la influencia que desempeñaron los fenicios para estos territorios.
Los fenicios habían fundado desde el siglo VIII a.C. ciudades por todo el sur de la Península Ibérica, tal y como vemos con la fundación de Gadir (Cádiz) o de Sexi (Almuñecar) en la costa granadina. Las fundaciones fenicias estaban localizadas en elevaciones cercanas al mar. A la vez estas ciudades interactuaban con la zona del interior, de la que buscaban intercambios comerciales, destacando los minerales y los productos cerealísticos. A la caída de Tiro, principal metrópoli fenicia, comenzó a cobrar importancia e independencia en el Mediterráneo una de sus colonias, Cartago. Esta antigua colonia fenicia pasó a controlar todas las zonas que anteriormente habían estado bajo la influencia de los fenicios, perdurando su presencia hasta el fin de la II Guerra Púnica contra los romanos en el año 201 a.C.

Espada. 450 a.C. Hallazgo realizado por el Marqués de Cerralbo en Íllora.

Tras la derrota de los cartaginenses en la II Guerra Púnica, estos territorios pasarán a ser administrados por Roma. La zona de Íllora quedará bajo la administración de la Hispania Ulterior, una de las dos provincias en la que los romanos dividieron la Península.
Tradicionalmente se ha asimilado a Íllora con Ilurco, pero hoy día sabemos a ciencia cierta que este yacimiento no corresponde con el actual núcleo urbano de Íllora, sino que se encuentra emplazado a 15 km de éste, en el Cerro de los Infantes en la localidad vecina de Pinos Puente.
Plinio menciona en su Historia Natural para estos territorios la existencia de un núcleo urbano al que llama Calécula, algo que concuerda con las inscripciones halladas en el yacimiento del Caserón que reflejan también este topónimo. Esta coincidencia, quizás podría significar que, en caso de existir un núcleo urbano en estos territorios, poseyera este nombre.

Pero siendo su nombre ese o no, surge otro interrogante:
¿Qué clase de asentamiento romano se encontraba en nuestro pueblo?
El casco urbano de nuestro municipio puede darnos alguna respuesta, ya que se han hallado en él estructuras romanas. Ejemplo de ello es el conjunto termal hallado en la Calle Ayllonas Nº 12 (En las excavaciones realizadas en 1995 se encontraron restos de tres piscinas, una escalera, un patio con mosaico, habitaciones e hipocausto; lo que nos indica que sería un espacio de un tamaño considerable). El gran tamaño de estas termas nos hace dudar de si estas pertenecían a un ámbito público (controladas por la autoridad municipal) o privado (pertenecientes al espacio de una domus o villa). El problema ante el cual nos encontramos es que, la falta de excavaciones en las zonas circundantes a estas termas, nos impiden saber el entorno en el que se encontraban.
Fuera del núcleo urbano de Íllora se han hallado diferentes construcciones romanas asociadas con villae, como pueden ser las localizadas en el Cortijo de las Monjas, el Cortijo de Mairena, La DehesillaLa Encantada, en el Tesorillo de Escóznar, el Albercón o el Cornicabral.
La existencia de estos lugares nos hace pensar en que se diera un sistema disperso de explotación del territorio rural mediante estos pequeños centros de explotación, pero esto no termina de explicarnos a qué clase de asentamiento estaba ligado el conjunto termal urbano.

Edad Moderna

Con la conquista de la fortaleza de Íllora en 1486, ésta y sus territorios circundantes pasarían a estar controlados por la corona. Al pasar el municipio a nuevas manos, la población se tuvo que adaptar a la implantación de un nuevo sistema organizativo en concejos. Se produjo también un cambio urbanístico por el cual la población decidió instalarse en el llano y dejar las zonas altas para la guarnición de la defensa.
Otra de las consecuencias de la toma de Íllora fue la salida de población musulmana que en ella residía y la llegada de otro sector poblacional consecuencia de la repoblación castellana, que intentaba paliar la salida de la población morisca. Los nuevos pobladores quedarían integrados en un programa de repartimiento de tierras que respetaba las posesiones de los moriscos, que permanecieron en sus tierras, con lo que solo se repartían tierras abandonadas por sus antiguos propietarios, panorama que cambió con la expulsión de los moriscos en los primeros años del s. XVII.
La economía de agricultura de regadío que había predominado bajo dominio islámico era incompatible con la explotación principalmente ganadera y cerealista que los castellanos impusieron en el territorio, y menos aún sin moriscos que conocieran el funcionamiento de los sistemas de regadío. Por otro lado, la deficiente red viaria que existía, impedía un flujo constante de intercambios de mercaderías entre diferentes puntos de la geografía granadina, algo que se agravaba con la inseguridad en los caminos, como ocurría en la zona de las Alpujarras con los asaltos a los viajantes. De este modo, el comercio quedaba reducido, en el comienzo de la Edad Moderna, a un intercambio de materias primas y productos alimenticios primarios, dando lugar a una economía de subsistencia que perduraría durante buena parte del Antiguo Régimen.
Otro de los hechos decisivos que se dieron en estos primeros compases de la modernidad fue la creación de señoríos, consistente en concesiones reales a los sectores nobiliarios que había participado directamente en la Guerra de Granada. En Íllora también se crearon algunos señoríos solariegos en el siglo XVI, entendiendo por esto un territorio propiedad de un señor, en el que él mismo ejerce justicia y tiene plena propiedad sobre esa tierra. El señorío solariego más importante fue el dominado por una rama del Ducado de Sessa, del cual su primer titular fue Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como Gran Capitán. Este personaje, primer alcaide de Íllora, se cree que vivió en la Calle Ayllonas, al existir una vivienda que tiene reflejado su escudo en el dintel de la puerta de acceso al interior de la casa. Una hipótesis que no sería muy descabellada ya que este personaje se destacó por sus conquistas de Íllora, Montefrío y Loja, donde hizo prisionero a Boabdil.

Iglesia de la Encarnación. Fotografía de Adolfo Esteban

El siglo XVI, en lo que a lo artístico se refiere, fue muy importante para el pueblo. Comenzando la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación en el año 1541. El gran arquitecto de la Catedral de GranadaDiego de Siloé, intervino en la construcción de la capilla mayor y la torre de la iglesia. Pero las obras de construcción se prolongaron hasta el s. XVIII, lo cual que hace que en este edificio confluyan elementos constructivos de varios periodos artísticos. Así, en la construcción destacan la presencia de rasgos góticos sin dejar de ser una iglesia de carácter renacentista. Sin embargo, posee también aspectos de estilo manierista, como la portada de la Anunciación, en el lateral del templo. Destaca en el templo, el retablo mayor entallado por Alonso Despina y pintado y dorado por Pedro Machuca, uno de los artistas más importantes del renacimiento español.

La entrada en el siglo XVII supone un cambio con respecto al siglo precedente. Este es un periodo de decadencia generalizada para todos los territorios de la Monarquía Hispánica. Las roturaciones de tierras y la explotación de nuevos cultivos traídos de América, da lugar a una disminución de la producción agraria con graves consecuencias sobre la población. Se sucedían hambrunas periódicas y graves epidemias que daban lugar a una alta tasa de mortalidad. Las deficiencias en la alimentación incrementaban las enfermedades, que fueron comunes durante todo este siglo, ligadas también a unas calles insalubres que no contaban con un sistema de saneamiento, facilitaba el contagio de enfermedades. La primera en la que nos tenemos que detener fue el brote de la conocida como “Peste Atlántica” iniciado en 1598 y que estaría vigente entre los primeros años del siglo XVII. De 1637 a 1641 se daría otra epidemia pestilente que afectaría con dureza al litoral del Reino de Granada y que cortó el abastecimiento de cereal que se daba hacia el interior por esa ruta, agravando las consecuencias un mal periodo meteorológico que se dio en la mitad del siglo. En el último tercio de siglo continuarían las epidemias como la de 1675 que duró hasta 1681 y que tuvo su epicentro en el Reino de Granada.
Con todo esto podríamos definir el siglo XVII como un tiempo de decadencia, pero sólo en parte ya que, por el contrario, esta adversidad crea en el ámbito del arte y la literatura una etapa brillante para España: el Siglo de Oro. El Barroco español es una muestra de un modo de pensamiento, en donde la miseria de la vida cotidiana intenta enmascararse con una abundante ornamentación. En este periodo, debido a la influencia de la Contrarreforma, se da un crecimiento del fervor religioso plasmado en la existencia de misas, triduos, novenarios, rosarios y demás actividades religiosas entre las que se incluyen las procesiones con cofradías y hermandades que incluso, bajo una refundación, han llegado hasta la actualidad.

Convento de San Pedro de Alcántara, sede del Ayuntamiento de Íllora

En nuestro municipio durante el siglo XVII, se construye el Convento de San Pedro de Alcántara, perteneciente a la rama de los franciscanos. Este hecho es destacable ya que San Pedro de Alcántara fue canonizado en 1669 por el Papa Clemente IX y este mismo año se produjo la fundación del convento, así esta fundación religiosa en nuestro pueblo fue la primera con la advocación de este santo. Pero la historia de este convento como tal, no dura hasta más allá de principios del siglo XIX, momento en el cual se prohíben nuevas órdenes religiosas y se obliga a la disolución de las existentes. En el siglo XX este edificio pasa a ser la sede del actual Ayuntamiento.
Con la llegada del siglo XVIII vemos que se produjo una recuperación en todos los aspectos de la vida. Pero, la entrada en este nuevo siglo supuso un nuevo conflicto sucesorio en la monarquía española, dando origen a la llegada de los Borbones. La posterior implantación de ideas ilustradas buscará una mejora económica con la que solventar la situación precaria de las gentes que vivían en los territorios de la Corona, aunque en muchas ocasiones estas medidas empleadas acabaron en fracaso.

Antigua Ermita de San Miguel, después Pósito de Íllora, actual Museo Municipal

Las medidas ilustradas pretendían conocer más a la población, por ello se crearon censos, los cuales hoy día son de gran interés para poder conocer la demografía de ese periodo, pero también la estructura del hogar y el trabajo de los individuos. Los diversos censos muestran cómo se dan fluctuaciones en la demografía, aunque hay una tendencia al alza. El aumento de la población está ligado a una mejora en la alimentación y a la adopción de medidas higiénicas para las calles, que implica una reducción de las enfermedades contagiosas. El sector primario seguirá siendo el principal de la economía en este periodo para las gentes de Íllora y seguirá predominando el cultivo de cereales, comenzando a destacar también la explotación del olivo. La importancia en el cultivo del cereal dará lugar a la creación en 1738 del pósito de Íllora, localizado en la Plaza de San Rogelio.

Este pósito de trigo fue anteriormente la Ermita de San Miguel. Esta ermita poseería en su techo una gran venera de peregrino, que apareció durante unas obras en 1999. El pósito, a principios del siglo XX pasa a ser ayuntamiento hasta el traslado de este a su actual ubicación, el antiguo convento de la Orden de San Pedro de Alcántara en 1980. Así, el último y actual uso del pósito es albergar el Museo Municipal de Íllora.

Edad Media

Entre el final de la Edad Antigua y el principio de la Edad Media, encontramos un periodo de la historia conocido como la Tardoantigüedad. La Antigüedad Tardía comienza a partir de la crisis del Imperio romano en el s. III d.C. y se considera finalizada con la conquista musulmana en el siglo VIII d.C. Con la crisis del Imperio, las fronteras están debilitadas, lo que crea un ambiente favorable para la invasión de pueblos bárbaros. De este modo, los Vándalos, un pueblo germano procedente de la Europa central, se asienta en la zona de Íllora desde el año 409 d.C. rompiéndose así el control de Roma sobre estas tierras. A partir de esto, la zona de Íllora pasa a convertirse en un lugar de inestabilidad y continuos enfrentamientos, hasta que los Vándalos son expulsados de estos territorios por los romanos. La crisis en la que estaba sumida Roma marcaba su final inexorable. Así, se dan alteraciones campesinas por toda Hispania y la Galia, conocidas como revueltas bagaudas.

El pueblo visigodo -una rama de los godos perteneciente a los pueblos germánicos orientales-, aprovechará este momento de inestabilidad para hacerse con el control de toda la Península Ibérica incluida Íllora. En Alomartes se han encontrado vestigios de su presencia en los enterramientos del Pago de las Capellanías. Esta necrópolis ocupa una longitud de al menos 250 metros en la cresta de la loma del Pago de las Capellanías. Las excavaciones realizadas en 1986 han localizado un total de nueve enterramientos y de ellos tan sólo seis se encontraban inalterados. Cada sepultura es individual y sólo en una de ellas se advierte la reutilización de la tumba para inhumaciones sucesivas. El rito funerario que se empleó en todas ellas fue la deposición del cuerpo directamente sobre el suelo natural. Llama la atención el recipiente cerámico hallado en una de las tumbas, que contiene las cenizas de un individuo infantil.
Las continuas pugnas por el poder que caracterizaron a los visigodos se perpetuaron hasta su final, cuando en el año 711 se produjo la invasión musulmana a la Península. En menos de ocho años, los musulmanes conquistaron la mayor parte de la Península Ibérica exceptuando zonas del norte. En estos primeros años, al-Andalus fue un emirato independiente gobernado por el omeya Abd al-Rahman I. La capital de este emirato se ubicó en Córdoba, no muy lejos por tanto de nuestro municipio.

Un hecho que tenemos que destacar durante la etapa andalusí, es el martirio de San Rogelio, patrón actual de nuestra localidad, que resulta un fiel reflejo de la heterogénea población que se daba en este tiempo. El mártir era un mozárabe, nombre utilizado para denominar a los cristianos en territorio musulmán. San Rogelio decidió predicar en Córdoba, capital del Emirato, lo que le llevó a la muerte por decapitación, siendo este uno de los atributos que se pueden ver en su talla, procesionada por el pueblo en el día de su onomástica cada 16 de septiembre.
Tras la caída del Emirato Independiente de al-Andalus con la primera fitna o guerra civil, se vive un periodo convulso en el territorio andalusí. Sin embargo, en el año 929, Abd al-Rahman III, consigue someter a todos los territorios rebeldes y se proclama califa.
El Califato de Córdoba implicó una centralización de la administración y la construcción de un nuevo centro de representación política: Madinat al-Zahra. Este cambio influyó también en el territorio ilurquense, ya que fue un periodo de tranquilidad propiciado por una mejora de la economía. Se incrementaron los intercambios comerciales y los excedentes agrícolas debido a la implantación de nuevas técnicas de cultivo y nuevos productos.

Este periodo de esplendor se verá concluido con la desmembración de al- Andalus en los reinos de Taifas, quedando Granada dominada por la dinastía Zirí hasta su expulsión con la llegada de los almorávides en el año 1090. En este siglo, tienen lugar las primeras referencias escritas sobre Íllora. En la obra del famoso geógrafo andalusí al-Udri se menciona que entre Illywra y Elvira había una distancia de ocho millas, señalando también la existencia de un Iqhm – una especie de distrito con alquerías, torres y castillos- llamado Buryliyat Qays en el que debía encontrarse Íllora.
Para este siglo XI, también los indicios arqueológicos han demostrado que en Íllora existiría una fortaleza o hisn, que coincidiría con la ubicación del actual castillo. La fortaleza era de un tamaño considerable, aunque ésta cobraría una mayor importancia en siglos posteriores, tal y como se aprecia en algunos textos castellanos en los que se habla de intervenciones militares contra esta fortaleza, como la del año 1246 impulsada por el rey Fernando III.
La plenitud del sistema defensivo tiene lugar en la etapa nazarí, y por eso pertenecen a este período la mayor parte de sus fortificaciones. Además de la construcción de bastiones, también se reforzaron los existentes incorporando nuevas variantes tipológicas, como por ejemplo ocurre en la época de Muhammad V cuando en el castillo de Íllora se incorporan las torres circulares.
La defensa y vigilancia del castillo se complementaba con un sistema de torres que serían utilizadas para comunicarse entre sí a través de señales de fuego, humo y espejos. Este sistema estaba compuesto por torres de alquería y torres atalaya. La diferencia entre ambas estaría en que las primeras están ligadas a una o varias poblaciones y servían de refugio y defensa de la población; el segundo tipo en cambio, tenían funciones exclusivas de vigilancia y control. No todas las torres se hacen en el mismo momento, pero todas ellas tienen una localización propia de un perfecto conocimiento del terreno. Las torres estaban distribuidas por toda la línea defensiva del reino nazarí frente a los cristianos y ésta se constituía por las fortalezas de Colomera, Moclín, Íllora y Montefrío. La de Colomera quedaba en un espacio más montañoso y de difícil accesibilidad; por otro lado, las de Moclín y Montefrío eran las fortalezas de las dos poblaciones más importantes de este conjunto y, por último, la fortaleza de Íllora, que situada en una posición más atrasada que Moclín y Montefrío, estaba ubicada entre ambas cerrando la frontera. En nuestro término municipal se localizan las torres de La Gallina, de La Mesa, del Morrón, de Jorbas, la Torrecilla, del Charcón, Tajo del Sol, El Fuerte, de Pedrizaguilla, de Clementino, de La Encantada Cerro Vacas.

Llegados a este punto tenemos que hablar de la importancia que tuvo la batalla de las Navas de Tolosa para el devenir histórico de estos territorios. El enfrentamiento del año 1212 supuso la entrada en Andalucía de los contingentes cristianos con la derrota de los almohades y la progresiva conquista de la baja Andalucía por Fernando III, que toma los reinos deJaén, Córdoba y Sevilla sucesivamente. La principal consecuencia de la derrota musulmana fue la creación del Reino Nazarí de Granada fundado por Muhammad I en 1238. Íllora tendría un papel muy relevante en estos tiempos, al ser uno de los principales baluartes en la frontera con los reinos cristianos.

Las fuentes escritas recogen numerosos ataques a esta fortaleza, aunque resistió bajo el dominio musulmán hasta la conquista definitiva de esta villa durante la Guerra de Granada. Tras sobrevivir a diversos ataques, en el año 1486 se puso sitio a la fortaleza de Íllora con intervención directa del rey Fernando y apoyado por las huestes del Duque del Infantado y del Conde de Cabra. Pero la toma de Íllora no fue fácil, ya que se hizo necesaria la utilización de artillería pesada para poder rendir la fortaleza. Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como el Gran Capitán por su papel en la guerra contra Francia en tierras italianas, fue designado directamente por la reina Isabel como alcaide de la Villa de Íllora, siendo el primer alcaide cristiano de esta localidad.
Hasta el final de la guerra en 1492, Íllora tendría un papel militar importante siendo una plataforma de ataque contra la Vega de Granada. Con el fin del conflicto, Íllora recibiría algunos privilegios por parte de la Corona, como la exención del pago de las alcabalas, impuesto sobre los intercambios comerciales, y también el impuesto sobre la moneda forera.
La Corona también intentaría agradecer a los sectores nobiliarios su apoyo en la Guerra de Granada mediante la concesión de señoríos en estas tierras, siendo ésta la tónica dominante durante buena parte de la Edad Moderna.

Para que no caiga en el olvido este importante periodo de la historia de nuestro pueblo, debemos cuidar de los vestigios medievales que aún se conservan. Así, se ha llevado a cabo la restauración del castillo de nuestra localidad. Hasta el momento se han concluido los trabajos de la primera fase de restauración, en la cual se han consolidado las estructuras de la fortaleza que debido a su estado de conservación comprometían la seguridad de las personas. Pero también se han hecho aflorar las estructuras subyacentes para poder acceder a ellas mediante visita pública.

Revista Alzada. Especial sobre la restauración del Castillo de Íllora

Edad Contemporánea

La entrada en la contemporaneidad -entendido su inicio con la Revolución Francesa en 1789- no suscitó en Íllora un profundo cambio de su periodo precedente, puesto que esta localidad, junto con los territorios que la rodean, continuaron teniendo un papel fundamentalmente agrario, generando un volumen de producción al que no se podía comparar ningún otro sector. No obstante, este amplio sector agrario presentaba diferencias en su seno. Por una parte, nos encontramos con los pequeños propietarios de tierras que tenían posesión de un pequeño terreno que podía ser explotado directamente por ellos y por sus familiares más directos, o podían dejarlo a modo de arrendamiento para que esta tierra fuese trabajada por un tercero. Por otra parte, tenemos que hablar de braceros o campesinos sin tierra cuyo modo de vida consistía en el trabajo asalariado en fincas que no eran de su propiedad, con lo que trabajaban para obtener un salario en función de los días y horas trabajadas. Es importante que tengamos estos factores en cuenta, ya que esta división y confrontación entre sectores será una de las causas de la Guerra Civil española.

Centrándonos en el proceso histórico, hemos de hablar de la Guerra de Independencia y de su impacto en nuestro territorio. Íllora, desde un primer momento, se mostró contraria a la ocupación francesa y ya antes de la guerra había apoyado los levantamientos contra Godoy, por lo que le fue confiscada su posesión en el Soto de Roma, hecho importante a tener en cuenta. Como decimos, Íllora presentará resistencia al control francés instalado en Granada y liderado en un primer momento por el General Sebastiani, el cual intentaba controlar de un modo más eficaz las tierras montañosas granadinas en las que estaban surgiendo focos de resistencia. Desde el año 1812, los ejércitos franceses tendrán una mayor dificultad para poder mantener el control sobre estos territorios, teniendo que abandonar Granada el 16 de septiembre de este mismo año. Con el fin de la ocupación francesa no acabarán los problemas. Íllora entrará en un periodo de declive económico por los fuertes impuestos a la que fue sometida por los franceses durante su ocupación, y por el continuo expolio acaecido, lo que aumentó la pobreza y la carestía en la zona.

Vistas del Molino del Rey

En estos momentos se crea el Molino del Rey, realizado a instancias de Manuel Godoy, que pasó a controlar tierras en el Soto de Roma y en la Dehesa Baja a partir del año 1795, como ya hemos nombrado con anterioridad. Esta gran finca, se encuentra entre Íllora y Alomartes y fue donado al primer Duque de Wellington y sus descendientes más tarde, por Fernando VII, como agradecimiento a la ayuda prestada para expulsar a los ejércitos napoleónicos de España.

Íllora irá mejorando su economía con la llegada de Fernando VII, aunque desgraciadamente, en el año 1823 volverá a surgir un conflicto bélico importante en esta zona con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis. Este contingente tenía como finalidad acabar con el régimen constitucional impuesto con el pronunciamiento del General Riego en 1820. Riego pasó a la localidad de Montefrío en su huida de este ejército enviado por la Santa Alianza. Los liberales de las localidades vecinas apoyaron a Riego, entre los que se encontraban gente de los pueblos de nuestro municipio. Finalmente, éste sería apresado, poniéndose fin al Trienio Liberal y comenzando la Década Ominosa con la imposición del absolutismo fernandino, iniciándose una quiebra entre absolutistas y liberales que será la tónica general durante todo el siglo XIX.

La muerte de Fernando VII dio lugar al reinado de Isabel II, primero bajo la regencia de su madre María Cristina y posteriormente con su gobierno directo. Durante todo su reinado continuaría el enfrentamiento entre los absolutistas y los liberales, a los que tenemos que sumar la oposición de los Carlistas, aunque estos no tendrían mucha importancia en el sur de España. El pueblo de Íllora se mantuvo fiel al reinado de Isabel II, algo que podemos ver en hechos como la participación de personas de este pueblo en la Guerra de Marruecos o en el hecho del levantamiento de Loja dirigido por Pérez del Álamo, en el cual Íllora se mantuvo fiel a la reina.

A pesar de esto, la fidelidad mostrada por el pueblo al sistema monárquico se fracturó en el año 1868 con el apoyo de Íllora a la Gloriosa Revolución. Este apoyo a la revolución se manifestó con la creación de una Junta Provisional Revolucionaria. Los revolucionarios ilurquenses siguieron una línea moderada pero que les permitirá controlar posibles rebeldías: se reemplazó al anterior ayuntamiento isabelino deponiendo a los funcionarios contrarios al levantamiento y se aseguraron los servicios públicos como información y escuelas entre otros.

La Gloriosa Revolución daría lugar al Sexenio Revolucionario y a la instauración de la Primera República española en 1873, que finalizó en diciembre del siguiente año con el pronunciamiento del General Martínez Campos.

Con el fin de la Primera República vemos el comienzo del periodo conocido como la Restauración, en la que Íllora seguía siendo un pueblo agrícola con una mala situación económica y con un alto número de braceros en paro, algo que impulsó notablemente la militancia en sindicatos y asociaciones de izquierda en el municipio. Desde este momento y hasta el advenimiento de la Segunda República vemos una creciente politización entre los jornaleros del campo, por lo que buena parte de la actividad legislativa de la República estaba orientada a la consecución de una Reforma Agraria que mejorase el reparto de tierras entre los jornaleros, con una compensación económica a los afectados por esta política, aunque no benefició al crecimiento de la pequeña propiedad e incrementó el malestar entre los poseedores de tierras.

El aumento de la inestabilidad política y de la crispación social acabó por desembocar en un conflicto armado de carácter nacional que desde 1936 a 1939 dividió a la población española en dos bandos y que afectó también a nuestro pueblo. La ciudad de Granada quedó bajo la influencia nacional, pero estaba rodeada por zona republicana ya que JaénMálaga, Almería y prácticamente toda la provincia granadina se encontraban en dicho bando. Íllora estaba situada por lo tanto en un estrecho corredor que unía Granada con la zona nacional de Andalucía Occidental. El final de la Guerra se saldó con la victoria del bando nacional y con la instauración de la dictadura franquista que duró hasta el año 1975, año en el cual volvió a instaurarse un sistema de monarquía parlamentaria, celebrándose al año siguiente las primeras elecciones libres desde el año 1936.

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