Castillo de Íllora

Introducción

El castillo de Íllora se encuadra en la época medieval y ocupa un afloramiento calizo, exento por todos sus lados y de aspecto inexpugnable, lo que le confiere unas cualidades estratégicas y defensivas importantes.

En el siglo XI, en Íllora habría un Hisn de cierta importancia. (Hisn, en plural husûn, era un castillo que abarcaba un territorio habitado, sirviéndole el castillo a ese territorio como defensa militar).

Pero es en época nazarí cuando podemos hablar de una mayor importancia de nuestro castillo, ya que en esta época se configura la frontera frente al territorio cristiano. Hasta 1245, las plazas de ÍlloraMontefrío y Moclín, formaban parte de la segunda línea, dentro de la estructura defensiva del sultanato. Pero, tras la conquista por parte cristina de las fortalezas de MartosVíborasAlcaudete y Porcuna (entre 1225-1245), que formaban la línea de avanzadilla del poder musulmán. ÍlloraMontefrío y Moclín, se convirtieron en uno de los sectores defensivos más importantes del reino nazarí. El castillo de Íllora adquiere gran importancia estratégica en la defensa de la Vega de Granada y por ello, la mayor parte de las defensas del castillo pertenecen a esta época.
Durante los siglos XIII y XIV se dan continuas incursiones en la línea de frontera. Así, el castillo de Íllora sufre diferentes ataques. En 1319 los infantes Pedro y Juan de Castilla se apoderan de la villa de Íllora y su arrabal. En 1341, Alfonso XI también realiza una incursión contra Íllora, y en 1431 el Condestable Álvaro de Luna realiza una importante incursión en la Vega de Granada, siendo Íllora su primer objetivo.

Finalmente, habiendo resistido a todas las anteriores incursiones, el 8 de junio de 1486 se produjo la toma de la villa de Íllora por parte de los Reyes Católicos, quienes nombraron a Gonzalo Fernández de Córdoba, “El Gran Capitán” como su primer alcaide. Poco después de esto, se tienen noticias de la reparación en el castillo de los destrozos causados por la artillería en el ataque. En el siglo XVI se ciega la puerta de comunicación con el adarve y se habilita una nueva entrada a la villa; se producen otras obras menores y, a finales, se procede a la demolición o destrucción intencionada de la mayor parte de las construcciones del conjunto. Sus ruinas han servido tradicionalmente como cantera de materiales de construcción y, desde finales del s. XVIII o inicios del XIX, la plataforma superior del castillo y sus laderas escombradas se reutilizaron mediante explanaciones y rellenos de tierra vegetal como simple terreno de cultivo.

Contenidos revisados y ampliados por Elena Hervás Hervás.

BIBLIOGRAFÍA:
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Alcazaba

La parte superior se corresponde con la alcazaba, donde la población se refugiaría en caso de asalto. Era la parte más importante desde el punto de vista defensivo, pero también de representación política del poder. La planta de este recinto es trapezoidal y amurallado, pero no se conserva la muralla en todo su recorrido. Los materiales de esta muralla son tapial basamentado en muro de piedra y en algunas partes se refuerza con un forro de mampostería. Hay un trozo de esta muralla que es la mejor conservada y aún conserva tres de sus almenas, las cuales se llaman popularmente como ‘dientes de la vieja’. La alcazaba complementa su muralla con cinco torres. En el interior de este recinto hay un aljibe de planta cuadrangular y a su lado otro aljibe, pero de menores dimensiones. Además, los trabajos arqueológicos han sacado a la luz otros dos aljibes en la zona de la alcazaba y un quinto en la torre del homenaje. Estos aljibes abastecían a la población de agua en caso de asedio y es un elemento muy curioso en el caso de Íllora ya que, en el reducido espacio de la alcazaba se conseguía acumular una enorme capacidad de agua. Uno de los aljibes era de planta rectangular, con tres salas separadas por arcos fajones de medio punto y con bóveda de cañón, dispuesto de forma transversal al lienzo sur de la alcazaba.

Conserva un sistema de alimentación por medio de una acequia que entra en el aljibe por el testero norte, además de entradas laterales para la recogida de agua de lluvia. Fue sellado en el siglo XVI y se ha conservado como una “cámara del tiempo” intacta hasta su descubrimiento, vacío y sin colmatar de tierra, con las huellas de los distintos niveles de agua almacenada, además de varios objetos que fueron olvidados tras su abandono. Posiblemente sea el más antiguo de todo el recinto, del siglo X-XI d.C.

Otro de los aljibes, el más grande, que ocupa el espacio central de la alcazaba, con tres naves y grandes arcos apuntados de ladrillo.
La alcazaba y la parte urbana conectaban a través de un sistema de ingreso, pero éste no fue descubierto hasta que no se realizó un trabajo arqueológico exhaustivo de apoyo a la restauración del Castillo de Íllora. Gracias a ello se halló una torre en la que se abría una puerta en recodo que permitía ingresar en el sector más emblemático y exclusivo de la fortaleza. Se trata de una gran torre de tapial de tonalidad rojiza que apareció con gran parte del derrumbe de su alzado a los pies, ocupando la calle de acceso. La puerta, con sus jambas, mocheta y arco, eran de ladrillo. En su interior se conserva un banco para la guardia y una vez que se hacía el recodo, se accedía al interior del recinto con un espacio de control intermedio por medio de un pequeño patio.

Detalle del aljibe sellado en el siglo XVI conservado como una “cámara del tiempo” intacta hasta su descubrimiento.

De la torre del Homenaje, el elemento arquitectónico más emblemático e importante de cualquier fortaleza medieval, porque es el lugar donde se optimizan todos los recursos para garantizar la defensa y resistencia de los ocupantes en caso de asalto, en el caso de Íllora, poco se sabía de ella. Después de la excavación se puede concluir que existía una primera construcción, que fue arruinada a finales del siglo XII o en el siglo XIII, siendo profundamente remodelada a principios del periodo nazarí: se amplió en planta, dotándola de un diseño trapezoidal, se construyó un silo y un aljibe en su planta baja, a los cuales se accedía desde la planta superior, en el interior de la torre.

Villa

La villa se encuentra al norte del área del castillo y sería el principal espacio habitado en época medieval. Tiene una extensión de unos 2.000 metros cuadrados. Uno de los elementos más destacables es la puerta de entrada, con cimientos de época califal, que sufrirá distintas intervenciones desde el siglo XI hasta el XVI, pasando de ser un sencillo arco de herradura apuntado de ladrillo a la actual puerta en recodo de época nazarí. Es un recinto amurallado de mampostería enripiada.

El espacio de la villa posee cinco torres de mampostería y tres de tapial, además de la torre-puerta también de mampostería. Las torres son macizas exceptuando dos con una habitación a la cual se accedería por el adarve, hoy día desaparecido. Todas son de planta cuadrada excepto una con planta semicircular, la más cercana a la torre puerta. Esto se debe a la generalización del uso de la artillería coincidiendo con el reinado de Muhammad V, así las torres eran menos débiles al ataque. En la parte Noroeste del amurallamiento puede intuirse una segunda línea de muralla ya que sería la zona más vulnerable al ataque.

La puerta de acceso al castillo fue redescubierta a principio de los años 80 del siglo XX. Es un complejo sistema de acceso y compartimentación de la defensa que arranca en la puerta del castillo y alcanza hasta la puerta interior de la población. Está formado por un primer tramo compuesto por arco de acceso peraltado que da paso a un pequeño espacio cubierto con bóveda de cañón de ladrillo con buhedera (1) en el centro y que queda cerrado hacia el interior por medio de un rastrillo (2) . El siguiente espacio es un patio de planta trapezoidal originalmente a cielo abierto y que luego más tarde fue cubierto con una bóveda. Se sale del cuerpo de acceso por medio de otra puerta ubicada en el ángulo opuesto a la del rastrillo, obligando a formalizar un quiebro en la circulación, conectando con un espacio cubierto con bóveda esquifada que da paso a una barbacana que alcanza hasta la puerta de la villa.

(1) BUHEDERA: Orificio practicado en las bóvedas para la defensa vertical de pasos y accesos.

(2) RASTRILLO: Puerta enrejada que cerraba habitualmente los castillos, fortalezas, alcázares y otros edificios en la Edad Media.

Arrabal

El tercer recinto que compone el castillo es el arrabal y ocupa su parte sur. Aún conserva un lienzo de muralla de mampostería con dos torres macizas semicirculares. Esta parte, el arrabal, se nombra en algunas crónicas castellanas.

Incluso se mencionan en estas crónicas a los arrabales en plural, dando a entender que existieron varios en Íllora. Por ejemplo se narra que cuando Alfonso XI dirigió una incursión contra Íllora en 1341 ‘entraron a los arrabales por fuerza de armas’.

Aunque las fuentes escritas confirman la existencia de arrabales, se carece de información arqueológica que lo confirme.

Cuerpo de acceso a la villa

En el cuerpo de acceso a la villa fortificada se pueden apreciar las sucesivas puertas con ámbitos defensivos cerrados y los cambios operados a lo largo de su dilatada historia, hasta terminar utilizándose como anejo a vivienda con cuevas para ganado.

La entrada a todo el complejo acceso se organiza en recodo con dos espacios descubiertos (un patio y un tramo en cuesta) formando, en su última configuración defensiva, recintos estancos cerrados por puertas, de las que se conservan (1) quicialeras , y la estructura por la que discurría el rastrillo . Inmediatamente detrás de la primera puerta se conserva también la buhedera , para atacar desde arriba el ámbito entre el portón y el rastrillo.
Al final del empinado tramo descubierto se encontrará la entrada a la villa, defendida por una torre con (2) saetera . El arco de este paso, arruinado en su práctica totalidad, se ha podido restituir de acuerdo con los arranques y trazas que se conservaban, así como también se ha podido restituir la bóveda de la torre gracias a las huellas y restos en los paramentos internos.
La comprensión del complejo defensivo de la entrada al conjunto se completa con los cuerpos altos del mismo visibles. Tras las excavaciones se ha recuperado la torre circular sobre la que se ha habilitado un mirador que permite contemplar los ámbitos de defensa estancos, foso, camino bajo de ronda y los huecos del rastrillo y buhedera.

(1) QUICIALERA: Piedra horadada y empotrada, en la parte inferior y superior de una puerta, para insertar en ellas los extremos del quicio (eje sobre el que gira la puerta).
(2) SAETERA: Hueco abierto en los muros, normalmente con abocinamiento interior y sin derrame, usado para disparar con arco y ballesta.

Estructura urbana medieval

En la villa se ha excavado e intervenido en un tercio de su extensión, permitiendo reconocer veintidós establecimientos construidos y su estructura viaria completa. Se trata -en su mayor parte-, de modestas edificaciones constituidas por un solo habitáculo, y apenas una cuarta parte de ellas cuentan con patio. Convivían pequeñas tiendas, viviendas, almacenes, corral o establo y horno, destacando una edificación de mayor tamaño y calidad constructiva (con muros de hormigón de cal) que puede asimilarse a una pequeña (1) alhóndiga .

La trama urbana organizada en sectores, con estrechas calles en ángulo y adarves, facilitaba su defensa. La calle principal, discurriendo adosada a las defensas surorientales, permitía acceder a la alcazaba y, en su día, conectar con el otro barrio, conocido hoy como el arrabal.

 

 (1)ALHÓNDIGA: establecimiento en donde se vendía, compraba e incluso se almacenaba grano.

Complejo hidráulico

El complejo hidráulico, del que sólo se conocían la coronación de los muros de dos aljibes, se ha completado con el hallazgo de otros tres y canalizaciones de alimentación. El castillo de Íllora llegó a contar con cuatro aljibes que se conservan en la alcazaba más un quinto bajo la torre del homenaje. La capacidad de almacenamiento de estos era de unos 470 m3. Además, en la villa hay constancia escrita de una gran alberca, aún no descubierta. Con esta gran cantidad de agua sería posible resistir incursiones y asedios, muy frecuentes a partir de mediados del siglo XIII.

La información aportada por la arqueología de apoyo a la restauración, junto con las estructuras conservadas, ha permitido reponer la cubrición de dos aljibes, siendo ésta la mejor forma de garantizar su perduración. También se ha localizado el hipotético lugar de captación de agua por *noria de sangre y un pequeño baño próximo a la torre meridional de la alcazaba.

Iglesia de la Encarnación

Introducción

La Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación es uno de los monumentos más importantes del municipio de Íllora. Este templo es el reflejo de varios estilos artísticos de la historia del arte, ya que su construcción abarcó un amplio periodo de tiempo. Comenzando su construcción en 1541 en estilo renacentista con un cierto aspecto gótico, hasta pasar por el esplendor artístico del barroco. En su interior es destacable por albergar algunas piezas de importante valor mueble y un archivo parroquial de los más ricos de la comarca de los Montes Occidentales.

Contenidos revisados y ampliados por Elena Hervás Hervás.

 

BIBLIOGRAFÍA

BERTOS HERRERA, M. P. (1985). El tema de la eucaristía en el arte de Granada y su provincia. Universidad de Granada.

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GÓMEZ-MORENO CALERA, J. M. (1989)Las iglesias de las siete villas. Instituto Gómez-Moreno, Fundación Rodríguez-Acosta: Granada.

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http://www.bibliotecaspublicas.es/illora/imagenes/contenido14523_2.pdf 

Proceso histórico constructivo

La Iglesia Parroquial de la Encarnación de Íllora en sus primeros momentos fue una primitiva iglesia que modificó probablemente la anterior mezquita existente en la misma ubicación. De esa primera iglesia tenemos escasos testimonios escritos, entre ellos reparaciones de carpintería en la sacristía durante 1505 o trabajos en la torre durante 1508 y 1509, todos ellos supervisados por el maestro mayor Rodrigo Hernández. Pero lamentablemente, de esta primera iglesia, poco más sabemos, probablemente se derribó o abandonó tras iniciarse las obras de la actual.

El autor de la traza de la actual iglesia es, como ya sospechó Gómez-Moreno Martínez en su famoso libro de 1941 ‘Las Águilas del Renacimiento español’, el ilustre arquitecto Diego de Siloé, y así lo corrobora el estudio de Gómez-Moreno Calera en 1989, apuntando que en 1542 se descargan al mayordomo de la Iglesia de Íllora ‘doze fanegas de trigo que dio al maestro Siloe porque vino a traçar la obra de la capilla’. Aunque no será esta la única referencia al artista, apareciendo en otras partidas ‘un cahiz de cebada al maestro Siloe porque vino a traçar la capilla’ o el vicario que fue a Granada ‘a traer al maestro Siloe’.

Diego de Siloé trazó la capilla mayor repitiendo el esquema que ya había empleado en las cabeceras de Guadahortuna y Moclín. Este esquema consistía en una planta cuadrada cubierta por bóveda de crucería. Pero en la iglesia de Íllora además introdujo la novedad de colocar la torre justo detrás de la cabecera. Así, en 1541 se comienza la construcción de la capilla mayor y la torre, acudiendo al año siguiente Diego de Siloé para dar la traza, no siendo hasta el año 1545 el comienzo de la elevación de los muros. Para este trabajo se empleó piedra blanca para los escalones de la torre y el resto de piedra de Zujaira.

El maestro de obras de la iglesia fue Martín de Bolívar y junto a él trabajaban el entallador Pedro de Santa Cruz y el asentador Juan de Arteaga. La capilla mayor fue finalizada en 1549, continuándose con la torre hasta 1551, fecha en que muere Martín de Bolívar, finalizándose la torre tiempo más tarde y de forma más simplificada. El resto de la Iglesia que aún quedaba por realizar, capillas laterales, naves y portadas, prolongaron su construcción en un amplio periodo de tiempo. Entre 1550 y 1560 tenemos noticias de la lentitud de la obra ya que se debía realizar la cimentación junto con el nivelado del terreno que era, y es, muy inclinado. En 1560 se nombra a Pedro de Pontones cantero de la obra y tras su muerte en 1564 es nombrado en su lugar Juan de Alcántara el cual prosigue las obras de la nave y capillas que ya había comenzado Pontones aparte de las aperturas de las tres portadas. En 1567 se tienen noticias de Juan de Riaño como maestro y por esas fechas se tendría la obra bastante avanzada ya que, por ese año y el siguiente, se labraban las ventanas y el óculo de la fachada. Pero, desgraciadamente la obra se interrumpió debido a la rebelión de los moriscos, quedando la nave central sin cubrirse con bóvedas tal y como estaba previsto por esas fechas.

En 1626, el Ayuntamiento de Íllora solicita la continuación de la obra de su templo. Expresamente comunicaban que ‘por quanto la iglesia desta villa esta por acabar y cerrar las bobedas de forma questan los arcos de donde an de pender muy a peligro de caerse y hundirse y suceder una gran desgracia, y ansimismo las maderas de los tejados de la dicha iglesia están muy maltratadas y con el mismo peligro por las muchas goteras que tiene’. Estos ruegos de poco servirían ya que en 1645 la iglesia seguía sin bóveda, siendo la capilla mayor, la única provista de este tipo de cubierta.

Se desconoce el momento exacto en que se cubrió con bóvedas el templo, pero seguramente fue en el siglo XVIII En el siglo XVIII se añade también el coro a los pies y una nueva sacristía a la izquierda de la cabecera.

Análisis artístico

El templo tiene nave rectangular con capillas hornacinas poco profundas entre los contrafuertes. Las capillas se abren con arco de medio punto y se cubren con bóveda de cañón decorada con un crucero y un medallón. La nave está dividida en cuatro tramos por pilastras toscanas que rematan en una cornisa. Esta cornisa recorre toda la iglesia separando las capillas de las ventanas. Las bóvedas de la nave son las típicas del Renacimiento, sexpartitas con terceletes.

La capilla mayor es rectangular, con arco carpanel poco profundo que cobija el retablo mayor. Las pilastras del arco toral son distintas a las de la nave y esto afirma que son más antiguas que las del resto del templo.
La torrese levanta detrás de la cabecera y es un prisma macizo con tan sólo dos ventanas decoradas por Bolívar y Santa Cruz. En la parte baja de la torre se aloja una sacristía cubierta por un alfarje hecho por Domingo de Frechilla, con canes de diversos motivos antropo-zoomorfos.
La torre, que ha sido recientemente restaurada, posee una escalera de acceso a los cuerpos altos en forma de caracol. Antes de la restauración, la torre albergaba también el archivo parroquial -hoy trasladado a la planta baja- , siendo éste uno de los más completos de las iglesias llamadas ‘de las siete villas’. Contempla abundante información sobre cofradías, memorias, capellanías, pleitos y demás asuntos de la iglesia, además de libros de bautismo, defunciones, matrimonios, libros de coro, misales, etc.

El exterior de la iglesia es sobrio pero monumental. Los contrafuertes están insinuados en la parte inferior, pero sobresalen al tomar altura, delimitando los tramos y las capillas. Las ventanas poseen un arco de medio punto y discos lisos en las enjutas.
Siguiendo con el análisis artístico de la iglesia, existen dos portadas, una a los pies y otra en el lateral derecho. Ambas están inspiradas en esquemas de Siloé, probablemente reinterpretados por Maeda, artista al que podemos atribuir su traza.
La portada situada a los pies es considerada por Gómez-Moreno Martínez como la más antigua de las dos. Consta de dos cuerpos, el cuerpo bajo se organiza con un amplio arco abocinado y otro de menor desarrollo inscrito en él, flanqueado por columnas dóricas sobre pódium. En el cuerpo superior de esta portada se levanta un ancho banco sobre el que se abre una hornacina rematada por un cuerpo trapezoidal, bastante característico de Maeda. A los lados de esta hornacina, a modo de tondos con pedestales y remate de candeleros, aparecen los relieves de la Fe y la Caridad, probablemente obra de Diego de Pesquera. En la hornacina mencionada aparece la escultura de San Pedro entronizado.

La portada situada en el lateral derecho tiene una configuración distinta a la anterior.  Consta de dos cuerpos, el más bajo tiene columnas corintias sobre pedestal que albergan un arco de entrada de medio punto. El cuerpo superior está configurado por una hornacina sobre un alto banco en el que aparece el escudo del arzobispo Pedro Guerrero. La hornacina está flanqueada por columnas corintias y en su frontón se ubica el escudo Real. Pero, lo realmente importante se encuentra dentro de la hornacina: el grupo escultórico de la Encarnación. Se trata de dos imágenes de bulto redondo compuestas de forma clásica y buen dominio del escorzo. Fueron, muy probablemente, obra de Diego de Pesquera y, sin duda, de lo mejor de toda su obra.

Retablos

Existen algunas noticias con referencias a la construcción de diversos retablos para la iglesia de Íllora, pero lamentablemente, la mayoría se perdieron hace ya tiempo. En 1508 se documenta que Alonso de Espina hacía un retablo que se llevó a la iglesia en 1512. Mucho más importante debió ser el que se contrató a Machuca por 65.000 maravedíes, terminado en 1531. Estando éste, obra de Machuca, muy deteriorado -según Ambrosio de Vico en 1603-, se contrata a Miguel Cano para la restauración del ensamblaje, a Juan Bautista de Alvarado y Juan García Corral de la pintura y a Gaspar Lendínez del dorado. Aunque en esta reparación se renovó demasiado el retablo, los perfiles siguieron siendo los anteriores.

Hoy día se ha perdido todo, tanto estructura, pinturas y escultura, cuando probablemente se sustituyó por el tabernáculo de mármol que actualmente existe. Se conserva una predela de retablo que quizás sea la única pieza conservada del antiguo retablo de Pedro Machuca y que alberga algunas pinturas de profetas y santos.

Hoy día se ha perdido todo, tanto estructura, pinturas y escultura, cuando probablemente se sustituyó por el tabernáculo de mármol que actualmente existe. Se conserva una predela de retablo que quizás sea la única pieza conservada del antiguo retablo de Pedro Machuca y que alberga algunas pinturas de profetas y santos.

Pintura

La mayor parte de las pinturas conservadas en la Iglesia de la Encarnación procederían del antiguo convento de franciscanos de San Pedro de Alcántara. Ninguna de las obras tiene autor conocido, pero es bastante probable que, aunque no sabemos sus nombres, fuesen artistas granadinos. Las pinturas que se hallan en el templo son de distinta temática destacando las imágenes marianas, escenas de la pasión de Cristo, apostolado y santos mártires.

El estilo pictórico de la mayor parte de las obras se enmarca en el periodo barroco, una época muy prolífica en la producción de obras de arte de temática religiosa. Es difícil datar en una fecha exacta cada una de las pinturas de nuestra Iglesia ya que la mayor parte no están firmadas ni poseen inscripciones con la fecha de realización, aunque de alguna de ellas podemos seguir su rastro gracias a documentos del archivo parroquial.

“Virgen con el Niño Jesús” (ca S. XVII). Autor desconocido.

Entre la colección pictórica podemos destacar un lienzo de la Virgencon el niño Jesús que, según el historiador del arte Manuel Gómez-Moreno, fue realizada por un pintor cercano a Alonso Cano, uno de los más ilustres artistas – escultor, pintor y arquitecto- del barroco español y granadino.  En esta imagen podemos contemplar la figura de la Virgen Sentada sosteniendo sobre su pierna izquierda al niño. La Virgen vestida con túnica roja y manto azul dirige una tierna mirada hacia el niño, mientras que éste, vestido solo con un paño, gira su cabeza hacia la izquierda y dirige su brazo izquierdo hacia el pecho de la Virgen.

En la capilla mayor se sitúan dos series de apostolados de época barroca, ambos incompletos. Se refleja a los apóstoles de cuerpo entero, con ropajes ampulosos y muy volados.

También destaca el lienzo de la Trinidad del altar mayor que, según Gómez-Moreno Martínez, es una copia de ‘la Chafaina’ de Alonso Cano, muy interesante porque nos daría una idea de cómo sería el original que hoy día está perdido. Gómez-Moreno Calera indica también que, en efecto, el niño rubio mofletudo de ojos rasgados es el típico canesco, pero señala también que dista bastante de la elegancia y fuerza de Cano y parece obra de algún pintor del XVIII cercano al estilo de Risueño, Chavarito, etc.

“Inmaculada” (Siglo XVIII) Autor desconocido

También es de destacar la belleza de un lienzo, de una Inmaculada, del siglo XVIII. Se representa a la virgen con túnica blanca y manto azul, de pie sobre cabezas de ángeles y surgiendo de un rompimiento de nubes. Gira ligeramente la rodilla izquierda hacia adentro e inclina la cabeza a su derecha, mientras cruza las manos en el pecho. Rodea su cabeza una corona de luz y ambos lados de la Virgen, entre las nubes, se encuentran sendos ángeles que sostienen, cada uno, un ramo de lirios

“El descendimiento” (ca. S. XVI). Autor desconocido.

En la capilla mayor se halla un Descendimiento que repite una composición iconográfica de cierta difusión en Granada. En un inventario de 1594 se menciona ‘una imagen grande de lienzo del descendimiento de la cruz que esta en la sacristía’ que pudiera ser este cuadro. En el lateral del transepto de Santa María de la Alhambra, existe un lienzo del descendimiento con características similares al conservado en nuestro templo. La composición del descendimiento se desarrolla sobre un fondo neutro. Abajo y en primer plano, se exponen sobre una tarima los tres clavos y la corona de espinas, sobre ella, la figura de Cristo, en escorzo e iluminada, ocupa el lugar central. Se trata de una figura famélica y lánguida, con el cuerpo inclinado hacia su izquierda y la cabeza hacia su derecha. Por su costado izquierdo está sostenido por San Juan, mientras que la Magdalena sostiene su brazo derecho. Por la espalda es sostenido por José de Arimatea, mientras que, en la parte izquierda, en último plano, puede verse la imagen de María, inclinando sollozante el rostro y vestida con túnica roja y manto azul.

Escultura

La mayoría de esculturas son de época moderna, pero merece citarse un crucificado copia de la famosa Misericordia de José de Mora. La imagen de Cristo está clavada sobre una cruz de madera con incrustaciones de taracea en los bordes y en la unión de los palos. Cristo se cubre por un paño de pureza que se anuda a su derecha y se sujeta con un cordón. Sobre su cabeza, que inclina hacia delante y cuyo pelo se apoya en su hombro derecho, lleva una corona de espinas de madera. Esta imagen procesiona el Viernes Santo junto con Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores.

Inmaculada Concepción (Circa, 1700) Anónimo granadino.

De las esculturas más antiguas destaca una Inmaculada de escuela granadina del siglo XVIII. Esta imagen esta inspirada en modelos de Alonso Cano, pero es más estilizada. La escultura es de bulto redondo y se sitúa sobre una doble peana. La primera con grandes gallones verticales dorados y encima otra con tres querubines en la que se apoya la Virgen vestida con una túnica dorada, decorada con elementos vegetales de varios colores, y un manto azul con los bordes dorados. Tiene las manos unidas por las palmas y sobre la cabeza un nimbo con doce estrellas. Esta escultura procesiona el último domingo de mayo.

Cristo Crucificado. Autor desconocido.

En el altar mayor, se levanta un baldaquino de mármol de estilo neoclásico. La base es de mármol blanco, sobre la que se coloca el alzado que presenta en sus cuatro esquinas pares columnas de mármol en color terroso, y tras ellas, pilares en color negro. El entablamento es de mármol blanco, colocándose en la parte delantera un frontón triangular en mármol negro, color éste que se repite en la cornisa lateral. Como coronación hay una cúpula rematada por cruz. Según Pascual Madoz, en el siglo XIX, el mármol fue extraído de las canteras de Sierra Elvira.

Dentro de este baldaquino se alberga la imagen de un crucificado de tamaño mediano y buena talla. Es un crucificado con cuatro clavos sobre una cruz que semeja estar hecha con dos sencillos troncos superpuestos. El Cristo tiene los pies cruzados, la cabeza inclinada hacia delante y los ojos cerrados. Sobre la cabeza lleva una corona de espinas y viste un paño de pureza que se anuda en el costado derecho.

San Rogelio (Circa 1732) Anónimo granadino

Por último, hablaremos sobre la escultura barroca de San Rogelio que alberga nuestra iglesia. Imagen de pie con su pierna izquierda adelantada, cubierta por un hábito negro con los bordes dorados. Ciñe la cintura con un ancho cinturón de tela negra con adornos vegetales dorados que le cae por delante. Lleva en su mano izquierda un libro y en su derecha un crucifijo a cuya parte posterior dirige su mirada. En la cabeza tiene una potencia plateada y en su cuello un corte horizontal del que brota sangre. Peana rectangular con molduras escalonadas doradas en los bordes y centro estrangulado policromado en rojo. En un inventario se indica que en 1732 la imagen de San Rogelio estaba ubicada en la capilla mayor. Esta imagen se procesiona dos veces al año, una en las fiestas de agosto y otra en su día, el 16 de Septiembre.

Objetos santuarios

En este templo, hay un nutrido número de piezas de orfebrería. De especial importancia es un portapaz, según Gómez-Calera, manierista de Francisco Téllez. Aunque para Capel Margarito sería una pieza plateresca de mediados del siglo XVI y de autor anónimo. Esta pieza es de plata repujada y cincelada. Adopta la solución de portada arquitectónica. Sobre un plinto se sitúa en el centro, sobre un fondo avenerado, la figura de la Virgen con el niño y a ambos lados atlantes que sostienen el entablamento, en las esquinas de la cornisa se levantan pináculos. El conjunto se remata con un frontón triangular, que contiene la figura de Dios Padre en su tímpano. El portapaz se apoya en su parte posterior con un soporte en forma de “S” adornada con una cabecilla.

Portapaz (1545 – 1554) Anónimo granadino.

Hay que destacar también una cruz de altar pequeña labrada en plata posiblemente por Juan Serrano en 1581. La cruz se sitúa sobre una base circular decorada con motivos vegetales en la que se apoya el astil anillado de molduras circulares muy aplastadas. Sobre él está la cruz torneada en forma de balaustre, en el centro de cuyos brazos aparece, en la parte anterior un medallón con un paisaje y en la posterior otro con la imagen de la Inmaculada. Sobre la cruz se sitúa un Cristo sobredorado con la cabeza inclinada hacia adelante que posiblemente fue añadido más tarde.

Existe otra importante cruz de plata y hierro procesional, realizada por Juan de Raesta en 1654. Es una cruz latina de perfil rectangular y adornos de casetones en las caras cuyos brazos terminan en adornos de espirales y pomos, todo ello inserto en un gran nudo cilíndrico con asas y decorado con hojas y motivos geométricos. El Cristo, con la cabeza inclinada hacia su derecha está sobre un tondo con paisaje urbano al fondo, mientras que en el reverso de la cruz aparece otro tondo con el tema de la Encarnación.

Custodia (1650 – 1650) Anónimo granadino

Existe una sencilla custodia de plata en el templo, de inestimable belleza. Es de estilo manierista y sobredorada.  De base circular con molduras, apoyadas sobre cuatro datas a modo de conchas, que se adorna con botones y ornamentación incisa muy menuda. El astil lo forman molduras diversas: formas cilíndricas, gran nudo en forma ovoide con adornos burilados, cuello de botella, moldura en taza con tornapuntas y encima el rostro de un ángel que une el astil con el sol, el cual tiene rayos rectos, terminados en estrellas, que alternan con otros ondulados, y en el vértice una cruz.

Cáliz (1740) Anónimo granadino

Otro objeto de orfebrería a destacar es un precioso cáliz rococó con decoración de formas flameantes y rostros de ángeles de plata sobredorada. Es de base circular decorada con ces, motivos vegetales y tres querubines. El astil es continuo con manzana triangular donde hay rostros de ángeles alados y decoración vegetal muy variada. La copa es acampanada lisa en su mitad superior y decorada la inferior con los mismos elementos que el resto del cáliz: ces, rocalla, rostros de ángeles.

Relicario de san Rogelio (1806) Juan de Castro y García.

Debemos también, detenernos a hablar del no menos importante relicario de San Rogelio que alberga nuestro templo, obra del orfebre Juan de Castro y García en el año 1806. La pieza es de plata, vidrio y madera. Esta pieza de platería contiene los supuestos restos de los mártires de Córdoba (entre los que estuvo San Rogelio), provenientes de la urna de la iglesia de San Pedro de Córdoba. Sobre un plinto cuadrangular con piñas en sus cuatro extremos se levanta una base cilíndrica con estrías verticales y con un cordón de forma ondulante alrededor, del que penden unos adornos. Sobre esta base se coloca una peana de forma triangular con dos cuellos cóncavos sobre el que está el cuerpo cilíndrico con las reliquias, recubierto de cristal y con tapadera cupuliforme con el anagrama de Cristo “XP”. Lleva adornos de palmeras a los lados de cuyos extremos inferiores penden unos colgantes en forma de piña.

El órgano

En estos últimos años se ha puesto en valor un tesoro que alberga la iglesia de la Encarnación de Íllora, y el cual no todas las iglesias son afortunadas de tener: el órgano.

Este instrumento hoy día conservado en parte en nuestra iglesia, tuvo su precedente, según las fuentes de finales del siglo XVI y XVII, en unos ‘órganos pequeños’. Siendo, algunos de estos ‘órganos pequeños’, trasladados a la Iglesia de Santa Ana para acompañar las canciones.

Es en 1665-1666 cuando se procede a la construcción del nuevo órgano. Para ello, Jacinto de Olibares, proveniente de Baza, es el encargado de realizar los trabajos. Este dato es de especial importancia ya que los órganos de este autor se realizaron en su mayoría en la zona de la Diócesis de Guadix-Baza, pero fueron destruidos casi en su totalidad durante la Guerra Civil. Es por ello nuestro órgano uno de los únicos testimonios vivos de la obra de este autor.

Durante la última mitad del siglo XVIII el órgano se situó en la ubicación actual y sobre el mismo intervinieron varios autores. Pero en aquellos años destaca Tomás Pavón, autor de los órganos de la iglesia de San José en el Albaycín de Granada. Existieron también intervenciones posteriores como la de 1808 a cargo de Demetrio Rubio Santoja o la de 1908, ya que se hallaron algunos tablones acanalados de las contras forrados con un periódico de ese año.

Sin duda, el archivo parroquial de la iglesia es quién más información nos ofrece del órgano, y por el cual se han podido realizar estas diversas conclusiones de autoría y cronología.

Incidiendo en los aspectos formales del órgano, debemos conocer que es de tres calles, la central ligeramente más saliente que las laterales. En éstas el tercio inferior lo ocupan placas rectangulares de madera sin decoración, mientras que los dos tercios superiores presentan un gran hueco central apuntado y decoración calada, ocupado por placas de metal verticales y flanqueado por listones de madera con ornamentación vegetal. En la central, la mitad inferior, donde está el teclado, se cubre con placas de madera rectangulares, y la superior se divide en tres calles con huecos centrales, el del medio más alto, donde están los tubos. Estas calles que se separan entre sí por listones de madera con elementos vegetales, tienen en su parte superior decoración calada de motivos vegetales. Sobre las tres calles del órgano corre un entablamento decorado con medallones sobre cuya cornisa se sitúan otros pequeños medallones encima de las calles laterales y un frontón triangular en el centro, roto en su vértice superior por un elemento circular de grandes rayos.

El órgano de la Iglesia de Íllora. Trabajo de investigación de Antonio Verdejo Martín.

Torres de la atalaya

Cuando en 1341 Alfonso XI conquista Alcalá la Real, la cual era la avanzada nazarí contra los castellanos, se ven obligados a reestructurar la línea de frontera, quedando en primer plano las fortalezas de los Montes Occidentales

Con este panorama, los esfuerzos se debían centrar en dos sentidos. Por un lado, reforzar las defensas de los castillos que ahora habían quedado en la frontera: Colomera, Moclín, Íllora y Montefrío. En esta tarea de refuerzo de las fortalezas realizó un especial empeño el sultán nazarí Muhammad V. Por otro lado, era de vital importancia consolidar un sistema de torres-atalayas.
Muchas de las torres-atalayas ya existían, pero en el caso de otras se debió poner en marcha su construcción. Con su existencia, se aseguraba el control de los pasos del interior, pero a la misma vez, permitían la comunicación entre los enclaves defensivos y la capital, a través de señales de fuego, humo y espejos.

Existían dos tipos de torres: las torres de alquería y las torres atalaya. La diferencia entre ambas estaría en que las primeras están ligadas a una o varias poblaciones y servían de refugio y defensa de la población; el segundo tipo en cambio, tenían funciones exclusivas de vigilancia y control.
Dentro del término de Íllora, las torres que han llegado hasta nuestros días son casi en su totalidad torres-atalayas.  En esta categoría cabría mencionar la conservada en Brácana, siendo ésta la más alejada del Castillo de Íllora junto con la torre atalaya de La Mesa en dirección a Puerto Lope. Estas dos torres eran los dos puntos de apoyo de la fortaleza de Íllora para advertir de cualquier incursión enemiga.
Muchos menos restos quedan de las torres denominadas ‘de alquería’, de la que sólo podemos citar la existente en Tocón, que tiene tres plantas y azotea, a diferencia de las torres-atalaya que sólo tenían una única estancia en el interior.

Torre de La Gallina

Situada a 3º 50’ 2” de longitud y a 37º 19’ 23” de latitud, en el Alto de la torrecilla, en la ladera Oeste de la Sierra de Moclín, a pocos metros de distancia de la carretera de Alcalá la Real, en el km. 413 y a 2,5 kms. de la población de Puerto Lope. De construcción maciza y planta redonda. En la parte sudoeste una pequeña puerta conducía a una especie de sótano abovedado. Fue destruida por un rayo en 1970. En torno hay bastante cerámica y restos de construcciones. Aunque el tipo de torre se aproxima a los tipos de atalaya, presenta algunas peculiaridades que la conectan con los tipos de alquería.

 

Torre de La Mesa

Situada a 4 kms. de Íllora, a una altura de 926 m. sobre el nivel del mar, frente al cerro de La Laguna, cerca de la Sierra de Madrid, y a 300 m. del cortijo de La Cuesta. A 3º 50’ 51” de longitud y a 37º 18’ 35” de latitud. Es de planta redonda y construcción maciza, con una altura conservada de 6’90 m. algo deteriorada en su base por la parte Este. Tiene visión directa con la torre de La Gallina y con el Tajo del Sol, y a mayor distancia con la torre de Mingoandrés.

 

Torre del Morrón

Situada a 1.604 m. de altura, a 3º 55’ 34” de longitud y 37º 18’ 22” de latitud, es el punto más alto de la Sierra de Parapanda. En la actualidad no quedan restos, ya que desafortunadamente, en el año 1960 fue destruida para montar el repetidor de TV. Debió ser un punto clave en el sistema de vigilancia por su visión directa de un amplio número de torres (TocónLa Encantadalas torres de Montefrío, La Mesa, etc.), así como de las tres fortalezas del sistema. Según las noticias existentes, era cilíndrica con una habitación. En el momento de ser destruida se conservaban más de 3 m. de altura.

 

Torre de Jorbas

En la actualidad es sólo un montón de piedras, con una base cuadrada y 1,70 m. de altura conservada. Esta construida con mampostería y se encuentra enterrada en sus propios escombros, siendo difícil ver su perímetro completo.
Se encuentra cerca del cortijo de los Arbitrios, y del que da nombre a la torre, a 300 m. de la carretera de Íllora a Montefrío, en la parte norte de la Sierra de Parapanda, a 3º 54’ 35” de longitud y 37º 20’ 00” de latitud. En las proximidades aparece abundante cerámica, y se ha localizado una necrópolis destruida en parte por los trabajos agrícolas. Se trata muy posiblemente de una alquería con su torre; por ahora es imposible determinar si se abandonó tras la caída de Alcalá la Real, o continuó habitada. Su posición permite vigilar perfectamente esta última población y su castillo.

 

Torre del Charcón

Situada a 100 m. del arroyo del mismo nombre y a 200 m. del casco urbano de Íllora, sobre una pequeña elevación que forma pendiente hacia el puente y la carretera de Íllora a Alomartes. A 3º 53’ 6” de longitud y 37º 17’ 6” de latitud. De planta cuadrada, muy derruida, conserva una altura de 1,90 m., con lados de 4,90 m. Parece haber dispuesto de una habitación. Domina el paso del puente del Charcón, así como una serie de barrancos próximos a la fortaleza de Íllora. En los alrededores hay restos de construcciones y abundante cerámica. El conjunto pudo ser una alquería con su torre, en las proximidades de la propia Íllora, formando quizá un barrio de la localidad.

 

Torre del Tajo del Sol

Se encuentra en la Sierra de Madrid, a 1.256 m. de altura sobre el nivel del mar y a 4 km. de distancia de Íllora. Se encuentra a 3º 52’ 33” de longitud y 37º 18’ 17” de latitud. Esta cota forma una planicie en lo alto del Tajo, desde donde se tenía visión directa de las torres del Morrón y de la Mesa, así como de la de Jorbas, situada a mayor distancia. Se trata de un asentamiento de época nazarí, y quizá anterior, que presenta una muralla de piedras sin argamasa de 150 m. de largo, protegiendo la parte sur de la planicie; en todo el yacimiento aparece abundante cerámica, especialmente en unas cuevas existentes en la parte Este. En las proximidades se encuentra la Fuente Madrid, que desde antiguo abastece de agua a la población de Íllora.

 

Torre de Pedrizaguilla

Situada en el Cerro de Pedrizaguilla, a 921m. de altura, cerca del Cortijo de los Cortijuelos, A 3º 42’ 22” y a 37º 23’ 58” de latitud. Fue la torre mejor situada para vigilar la Vega de Granada, de Obéilar Sierra Elvira. Tenía visión directa con la fortaleza de Íllora, y las torres siguientes: hacia el norte, Torre de La MesaTorre de la Gallina, y Torre del Morrón, y hacia el Oeste, El Fuerte. Sus restos se desmontaron en los años setenta para la explotación de una cantera. Se la menciona en las crónicas de la toma del Castillo de Íllora.

 

Torre de Clementino

Situada en la localidad de Tocón. Fechada en el siglo XIV. Situada al Sudoeste de la Sierra de Parapanda, a 3 kms. de la torre de la Encantada y a 10 de la fortaleza de Íllora, a 3º 57’ 51” de longitud y 37º 14’ 21” de latitud, tenía visión directa con las torres del Morrón y de la Encantada. Es de planta cuadrada, con tres plantas abovedadas; las esquinas estaban reforzadas con sillares. A causa de las reformas realizadas por los propietarios de la misma, carece de escaleras, habiendo incorporado la primera planta a una vivienda. La zona cercana a la torre es conocida como el “barrio moro”, y de él proceden cerámicas y monedas; asimismo se ha localizado una necrópolis. Es una clara torre de alquería.

 

Torre de La Encantada

Está situada a 2 kms. de la población de Brácana y a 3 kms. de la de Tocón. Situada a 3º 57’ 51” de longitud y 37º 13’ 25” de latitud. Con una altura de 639 m. sobre el nivel del mar, esta torre controlaba una amplia franja en dirección a Loja y a Alomartes, manteniendo visión directa con la torre de Tocón, y con la del Morrón. La planta es octogonal, con una media de 2 m. de lado y 4,10 m. de anchura máxima. Está construida con mampostería de piedras de mediano tamaño, tomadas con mortero de yeso, no apreciándose restos de enlucido exterior. Presenta un sistema de habitaciones parecido al de la torre de Tocón, también abovedadas. En la actualidad sólo se mantienen en pie 3,20 m. de altura. La estructura parece corresponder también a una torre de alquería.
Actualmente, sobre ella, se encuentra situado un vértice geodésico del Instituto Geográfico Nacional.

 

Torre del Cerro Vacas

En el límite del término de Íllora, a pocos metros del término de Moraleda de Zafayona, al otro lado del río Genil, a 617 m. de altitud, a 3º 56’ 27” de longitud y 37º 11’ 58” de latitud. se encuentra un cerro en forma de sombrero denominado Cerro Vacas, de 0.2 hectáreas, en el que son visibles los restos de una construcción, posiblemente una torre cuadrada y algunas líneas de piedra, tejas y argamasa, en todo el cerro y en la parte baja, así como abundante cerámica en superficie. Hay otros restos a pocos metros en el término de Íllora, en el cerro de enfrente, que parecen ser de menor importancia. Lugar privilegiado para vigilar la vega hacia Loja y hacia Granada. Siendo visibles en su día las torres de La Encantada y del Morrón.

BIBLIOGRAFÍA

ARGÜELLES MÁRQUEZ, M. (1995) Sistema de vigilancia y control del Reino Nazarí en Granada. En Arqueología y territorio medieval, nº2, Universidad de Jaén: Área de Historia Medieval, pp. 83-98.
MALPICA CUELLO, A (1996) Poblamiento y castillos en Granada. Barcelona: Lunwerg
MALPICA CUELLO, A. (2003) Íllora, una villa de la frontera granadino-castellana. Análisis histórico-arqueológico. Granada: Nakla.
Martín García, M., BLEDA PORTERO, J. y MARTÍN CIVANTOS, J.M. (1999) Inventario de arquitectura militar de la provincia de Granada (siglos VIII al XVIII). Granada: Diputación de Granada, pp.264-265.
SALVATIERRA CUENCA, V.; ARGUELLES MARQUEZ, M.; MORENO ONORATO, M.ª A. (1989): “Visibilidad y control: un problema de fronteras. El caso nazarí en el sector Montefrío-Moclín. En Arqueología Espacial Vol. 13, Universidad de Zaragoza, pp. 229-240.

Arquitectura civil

La vivienda ha sido desde antaño considerado un bien de primera necesidad, lugar donde poder desarrollar la vida familiar o una reunión social, entre otras. La tipología de las viviendas es muy variada. Tradicionalmente, las familias con más recursos creaban una vivienda más compleja y con más elementos decorativos que las que tenían menos recursos y decidían no invertir sus gastos en ello.

En Íllora, las viviendas se desarrollaron agrupándose alrededor de la peña del castillo y de la iglesia de La Encarnación. El núcleo más antiguo de la trama urbana es el desarrollado en el eje constituido por la calle Real y la de Santa Ana, con una diferencia de cotas de alrededor de 100 metros. Estas calles son estrechas, tortuosas, con callejones sin salida muy pendientes y manzanas de edificaciones muy irregulares que se adaptan a la inclinación pronunciada del terreno.

Hay un grupo de casas que se conocen como Las Camaretas, prácticamente adosadas a los escarpes rocosos donde se ubica el Castillo de Íllora, en su momento debieron de ser los arrabales de la fortaleza. Su estrecho e irregular trazado, adaptado al terreno, y las casas pequeñas y encaladas nos recuerdan a los barrios populares de las ciudades del Norte de África.

Actualmente aún se pueden admirar algunas de esas antiguas viviendas en la trama urbana.

Casa Márquez / López Font
Está situada en la C/ Cerrillo nº 1 y fue construida entre los años 1890 y 1917. Esta vivienda tiene dos alturas y se distribuye en torno a un patio. En el exterior, la fachada se ordena simétricamente a partir de la puerta de entrada, con una disposición regular de los vanos. Se enmarca dentro del estilo historicista neomudéjar como se puede apreciar con la construcción de dos arcos de herradura en la balconada de la fachada principal.

En su interior había una almazara conocida como ‘la almazara de San Rogelio’ y otras dependencias industriales. Destaca también en el interior, una capilla neogótica con jardines románticos a su alrededor que combinan estilos inglés y francés.
En esta vivienda se conservan algunos bienes muebles de gran valor, como puede ser el armario que perteneció a la Emperatriz Eugenia. En la capilla se conservan elementos de orfebrería de plata y otros materiales.
Un dato curioso es que su construcción se desarrolló en el mismo periodo que el hotel Alhambra Palace de Granada y probablemente sus características formales se inspiraron en él.

Casas destacadas por las personas que las habitaron son:

Casa del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba (final del siglo XV) y la de Sánchez González de un periodo más actual.

En C / Santa Ana encontramos la Casa de la Familia Ruiz Horques como un ejemplo de casa señorial de época. La imponente fachada de esta vivienda posee tres cuerpos. Cada cuerpo horizontal de fachada posee un estilo diferente de vanos, aunque todos son adintelados tienen diferente decoración. Una de las cosas más llamativas de la fachada es la figuración pictórica de un muro de sillería.

En las inmediaciones de la Placeta de San Sebastián también encontramos una muestra muy típica de arquitectura popular andaluza como es la casa de D. Juan Moraga.

Soto de Roma

La finca del Duque de Wellington se trata de un caso bastante singular en la organización del espacio agrario granadino, debido a su considerable extensión y a que se ha tratado de una gran propiedad no vinculada a instituciones religiosas, las únicas en mantener explotaciones de gran envergadura en los terrenos rústicos más favorables de la actual provincia de Granada.

Lo que ahora existe es sólo un resto de lo que fue la finca el Soto de Roma, que cuenta con una larga historia. Estuvo vinculada a la familia real nazarí de cuyas manos pasó a la corona de Castilla, convirtiéndose en sitio de realengo utilizado como cazadero real y para el aprovechamiento forestal. Hasta el siglo XVIII gran parte de su delimitación estaba ocupada por tierras pantanosas, que comenzarían a ser roturadas a partir de entonces, aunque ya durante la guerra de Granada su arbolado había sido destruido por las talas masivas.

Arthur Wellesley I duque de Wellington, pintado por el artista Thomas Lawrence, meses antes de la batalla de Waterloo.

En tiempos de Carlos III las tierras en cultivo representaban unos 18.000 marjales. A partir de 1767 comenzó a implantarse en el Soto el régimen de colonia, instituyéndose que no fuesen alterados los arriendos ni removidos los colonos de las tierras y casas arrendadas. Ello ocasionó un crecimiento espectacular de su población, pues muchos pobladores de las tierras vecinas se trasladaron al Soto para convertirse en colonos. Posteriormente, el Decreto de la Regencia de 23 de julio de 1813 otorgó al duque de Wellington el Soto de Roma en señal de agradecimiento del pueblo y la corona por la ayuda prestada en la Guerra de Independencia librada contra las tropas napoleónicas, con lo que la finca perdió su condición de Real Sitio.

En la actualidad, la finca de la Torre continúa ligada al estado del duque de Wellington, mientras que ha desaparecido la vinculación jurídica de los colonos y sus tierras. Desde su traspaso a la familia británica los enfrentamientos entre los colonos y la casa ducal fueron frecuentes, ya que ésta tenía que aceptar las cláusulas del colonato, continuándose hasta el primer tercio del siglo XX. El régimen de colonato, con las ventajas derivadas para los aparceros, explica la fragmentación de la gran propiedad real que fue en origen y la coexistencia de dos tipos de explotación agrícola, con la consiguiente configuración del paisaje agrario, basado en una dispersión territorial de los diferentes usos productivos y residenciales.

La finca se organizaba en varios espacios como son: el Cortijo o Cortijada de la Torre, el Lagar del Duque, el Molino del Rey, el Molino de la Torre, el Cortijo de la Majada y las Casillas, cada uno de los cuales cumplía una función específica en la organización productiva de la finca.

La Cortijada de la Torre desempeña la función de señorío de la finca y en ella se concentran los usos de vivienda señorial albergando también la vivienda del encargado, capilla y dependencias administrativas, lo cual la convierte en el centro de actividad de la explotación. El conjunto se halla muy transformado por reformas realizadas a lo largo del siglo XX. Las reformas han afectado principalmente a la vivienda principal, que estaba conformada según los modelos de ‘villa neopalladiana’ como atestiguan fotografías de las primeras décadas de esa centuria.
Las distintas unidades se disponen de manera irregular, configurando un área de servicios en las traseras del emplazamiento, con las caballerizas, la capilla (de un diseño neogótico) y las oficinas, mientras que la vivienda principal ocupa la zona delantera planteando una fachada ante un jardín abierto el paisaje y con vistas a la explotación.

Pajar

El núcleo de las caballerizas corresponde al cottage construido por el apoderado Hammick a partir de 1867 sobre la edificación original, que era una sencilla fábrica en aparejo mudéjar adosada a una torre medieval que servía como vivienda de los guardas de la finca del Molino de la Torre. El resto de los edificios de la Cortijada de la Torre escalonan su construcción a lo largo de los siglos XIX y XX. Las funciones de transformación agrícola se repartían entre el Lagar del Duque (lagar), el Molino del Rey (almazara) y el Molino de la Torre (aceña).

Lagar del Duque

El Lagar del Duque se proyectó en 1867, dos años después de haberse plantado las primeras vides en la finca, aunque la construcción data aproximadamente de 1878. El proyecto original (publicado por Hammick) consistía en un edificio compuesto por dos alas paralelas destinadas a bodega adosadas a un cuerpo de edificación central, lo único que fue ejecutado.
La construcción del lagar formaba parte de un vasto programa de racionalización productiva de los terrenos del Soto vinculados directamente a la casa ducal. El programa iba acompañado de los correspondientes proyectos de renovación arquitectónica de los edificios existentes (como la Casa Real de Fuentevaqueros, rehecha en “moorish style”) y de la construcción de otros nuevos, a fin de convertir el Soto en “Wellingtonia”, una auténtica colonia agraria de la familia ducal.
El lagar obedece a un plan longitudinal con dos pabellones esquineros cuadrados, de dos alturas, que flanquean una nave rectangular cuya fachada se ordena axialmente a partir de una portada central con tímpano afrontonado, que enmarca un arco de medio punto sobre impostas resaltadas apoyadas en columnas enanas. La planta sigue un esquema distributivo que sitúa la bodega en la nave y el lagar en uno de los pabellones esquineros; la prensa era del tipo de las de caja y husillo accionada por un volante, con una poceta para la recogida del caldo. A su lado se disponía la lagareta, un sencillo ámbito delimitado por muretes de fábrica. La nave se subdivide interiormente con una fila de pilares a fin de apear mediante pendolones la hilera ajabalconada de la techumbre, una cubierta de mojinetes en la que los pares se arriostran también mediante jabalcones.

Los elementos decorativos presentes en las portadas, que semejan el repertorio románico, son los mismos que aparecen en la reconstrucción de la Casa Real de Fuentevaqueros según el proyecto publicado por Hammick y que él califica como “moorish style”, es decir estilo morisco. No es sorprendente que quien proyectase los edificios de “Wellingtonia” denominase estilo morisco a motivos más relacionados con la arquitectura pregótica, pues desde mediados del siglo XVIII en la cultura arquitectónica inglesa se había llegado a formular la filiación de las formas normandas con el arte sarraceno.

Molino del Rey

El Molino del Rey fue edificado, a la par que el acueducto que lo abastecía de agua, a principios del siglo XIX por Godoy, a quien se debe la plantación de olivos en la finca en 1806. Se construyó en origen para albergar cuatro prensas de viga, como señala P. Madoz. A partir de 1867 se ejecutaron obras de reparación y de nueva construcción en él, sustituyéndose las prensas de viga por otras hidráulicas. En 1880 se construyó un nuevo cuerpo para alojar el molino hidráulico, cuyo alzado responde a los modelos de la arquitectura industrial en ladrillo.

Acueducto del Molino del Rey (S. XIX)

El núcleo primitivo consiste en un conjunto de naves, subdivididas las longitudinales por arcadas de medio punto, ordenadas en torno a un patio que conforma una planta en U. Es la parte que ha sufrido mayores transformaciones, al haber perdido su función inicial como molino. En uno de sus extremos se adosa el cuerpo edificado en 1880. Con dos crujías y planta rectangular, organiza sus volúmenes exteriores según una composición tripartita: un cuerpo central de mayor altura flanqueado por dos alas laterales cubiertas a un agua. Una nave auxiliar completa el conjunto y alberga cuadras y viviendas construidas en distintas fases.

Cortijo de la Torre

La construcción del Molino de la Torre data del siglo XVIII, pues ya se menciona en un apeo de aguas realizado en 1775 y en el proyecto de Diccionario Geográfico de Tomás López, en donde se dice de él que es “de famosa fábrica, propio de su majestad”. Presenta una planta en L que distribuye los usos en dos zonas claramente delimitadas; en la delantera se sitúa la vivienda, en dos plantas, mientras que en la posterior se disponen el molino, en planta baja, y un oratorio, en la alta.
La fachada consiste en una galería de dos órdenes que ocupa todo el frente, con tres arcos de medio punto rebajados (cegados, excepto el que se corresponde con el ingreso). Ésta da acceso a un profundo zaguán dividido en tramos por arcos que ocupa las dos crujías delanteras y organiza la distribución de las estancias. El oratorio, que servía a la localidad de Alomartes durante la ejecución de su parroquial, realiza su cubrición mediante una cúpula fingida rebajada, con dos nervios que se cruzan en su centro, dando lugar a una clave decorada con cartela foliada y molduras curvilíneas. El molino es del tipo de los de cubo, con rodeznos impulsados mediante un salto de agua que transmiten el movimiento a las muelas cilíndricas. El edificio se adosa a una torre maciza, donde se sitúa el cárcavo para el salto de agua.

Además de edificios de transformación, existían en la finca otras instalaciones dedicadas a las distintas funciones agrícolas; entre ellas el Cortijo de la Majada y las Casillas, casas de pastores situadas en la parte más eminente del terreno.

Cortijo de la Majada y secaderos de tabaco.

El Cortijo de la Majada consta de un cuerpo principal con planta en U y patio trasero cuyo frente principal, orientado al sur, lo ocupa la vivienda, de dos alturas, a la que se adosan en las traseras dos naves destinadas a pajares. El bloque se inscribe en un gran patio cerrado en sus extremos por dos establos orientados en sentido longitudinal norte sur, repitiendo el esquema planimétrico en U. La fachada recibe un tratamiento que la aproxima a los modelos urbanos, con tres huecos ordenados, según tres ejes en planta alta y cinco en la baja. La construcción alterna fábrica en ladrillo y mampostería enfoscadas. En origen fue una casa de labor asociada a la explotación, transformándose con posterioridad los secaderos de tabaco con que contaba en establos, ya que asumió las funciones de vaqueriza para ganado de recrío.

BIBLIOGRAFÍA
TORICES ABARCA, N. y ZURITA POVEDANO, E. (1994) Inventario Cortijos, Haciendas y Lagares. Provincia de Granada. F. Olmedo Granados (Coord.) Junta de Andalucía. Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio.